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– Hola, sí… sabés que mi ampli dejó de andar… así… de repente…

El sonido “cálido” de los amplificadores valvulares de guitarra o bajo, de repente baja mucho de nivel, se escucha totalmente deformado (más allá del posible efecto de distorsión aplicado), o directamente no suena nada.

La decepción y angustia que esta situación produce en el músico es lamentable, y se evidencia por la enorme cantidad de notas, pedidos de auxilio y recomendaciones que llenan el ciberespacio. Algunas consideraciones al respecto:

Los equipos electrónicos, de la clase que sea no son infalibles. Algunas veces fallan. Algunas de esas veces, la falla está fuera de nuestro alcance, porque tiene que ver con desgaste o falla de componentes, o motivos externos a nosotros (baja tensión de red o sobrepicos). Otras veces, porque el equipo no es usado o cuidado adecuadamente.

Para quienes nos criamos a la luz de la bombilla eléctrica, esa de filamento, la que inventó y patentó T. A. Edison, sabemos que en algún momento de su uso, uno la va a prender y… no prende. Es raro que esté funcionando y de golpe se apague. Pero no es raro que si la tenemos en un artefacto portátil (velador, o lámpara portátil tallerista) y la trasladamos en caliente de un lugar a otro, a los saltos, luego no encienda. El filamento puede cortarse.

Las válvulas amplificadoras de los equipos de guitarra y bajo, son similares en cuanto a que también tienen un filamento que se calienta para emitir electrones. Vibraciones, golpes, cambios de temperatura en ellas no es nada bueno. También es importante que la alimentación de red sea correcta y estable. 180 Volts no son 220, ¿no? Y mucho menos si hay variaciones bruscas. Ni hablar si hay picos que exceden el valor. En esos casos, al menos un estabilizador de tensión será importante tanto para obtener el rendimiento de potencia sonora, como para proteger la vida útil de las válvulas. Pero cuidado, que el estabilizador sea para la potencia eléctrica (no de audio) de nuestro equipo. Al menos, hay que ver cuánta corriente (Amperes) consume nuestro equipo y multiplicarla por el voltaje (digamos… 5 A x 220 V = 1100 W). Entonces, nuestro estabilizador debería superar ese valor; me arriesgaría a decir, al menos el doble de potencia, porque nuestro oido es muy sutil y “exigente” con la calidad del equipo.

El otro gran tema a tener en cuenta es el de la impedancia de las cajas de parlantes. Grandes dudas y debates hay en toda la red. A grandes rasgos, y para los equipos modernos, podemos decir que una relación 2 a 1 de “error” en la impedancia conectada a la salida de nuestro amplificador, no es riesgoso para su salud, aunque seguramente habrá variaciones de sonoridad. Pero también hay que tener en cuenta a qué volumen lo hacemos trabajar y por cuánto tiempo, y alimentado con qué tensión. Todos esos parámetros influyen. Ahora bien, ¿estamos seguros que el cable con el que conectamos el amplificador a la caja de parlantes está en perfecto estado? ¿No fue que aquella noche lo tironeamos, enroscamos, pisamos, aplastamos, etcétera? ¡¿No estará en cortocircuito?! Ésto es muy importante, porque de nada sirve conectar una caja de 4, 8 o 16 ohms  cuidadosamente en el lugar correcto si nuestro cable está en corto: chau válvulas… ¡y son caras!.

Hasta aquí, mínimas reflexiones sobre temas simples pero que tanto preocupan. Comentarios bienvenidos. Dudas bienvenidas. Si todo está bien, entonces,  ¡a sonar!

 

 

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